El término persona proviene del griego
prósopon que significa máscara. A su vez, máscara se
conforma por pros (delante) y opos (cara), es decir delante de la
cara.
Se atribuye al filósofo italiano
Boecio (siglo VI) como el primero en utilizar el término persona en
Filosofía, puesto que hasta el momento se refería al ser humano
como hombre o en diferentes categorías pero no como personas. Para
él, la persona es la substancia que existe por sí misma. El
filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) diría que las personas
son los seres racionales en base a su naturaleza, siendo seres en sí
mismos “cuya existencia es en sí misma un fin, y un fin tal,
que en su lugar no puede ponerse ningún otro fin para el cual
debieran ellas servir de medios” (Kant, p. 42). Así, la
persona significa para Kant la libertad frente a la naturaleza, un
ser autónomo y moral. Entonces, deberíamos preguntarnos si podemos
hablar de una naturaleza humana y, si en ella o por ella, entendemos
una naturaleza cultural. Por ello es importante recurrir a Clifford
Geertz (1926-006) un antropólogo estadounidense que se ocupó del
estudio de las culturas.
Veremos un extracto de su obra “La
interpretación de las culturas” para problematizar en torno a
ello:
El concepto de cultura que propugno
y cuya utilidad procuran demostrar los ensayos que siguen es
esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el
hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo
ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis
de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en
busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de
significaciones. Lo que busco es la explicación, interpretando
expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie. Pero
semejante pronunciamiento, que contiene toda una doctrina en una
cláusula, exige en sí mismo alguna explicación (Geertz, p. 20).
La cultura, ese documento activo, es
pues pública, lo mismo que un guiño burlesco o una correría para
apoderarse de ovejas. Aunque contiene ideas, la cultura no existe en
la cabeza de alguien; aunque no es física, no es una entidad oculta
(ibíd, p. 24). La cultura es pública porque la significación lo
es. Uno no puede hacer una guiñada (o fingir burlescamente una
guiñada) sin conocer lo que ella significa o sin saber cómo
contraer físicamente el párpado y uno no puede llevar a cabo una
correría para adueñarse de ovejas (o fingir tal correría) sin
saber lo que es apoderarse de una oveja y la manera práctica de
hacerlo ( ibíd, p. 26).
Sostener la idea de que la
diversidad de las costumbres a través de los tiempos y en diferentes
lugares no es una mera cuestión de aspecto y apariencia, de
escenario y de máscaras de comedia, es sostener también la idea de
que la humanidad es variada en su esencia como lo es en sus
expresiones. Y con semejante reflexión se aflojan algunas amarras
filosóficas bien apretadas y comienza una desasosegada deriva en
aguas peligrosas. Peligrosas porque si uno descarta la idea de que el
Hombre con "H" mayúscula ha de buscarse detrás o más
allá o debajo de sus costumbres y se la reemplaza por la idea de que
el hombre, con minúscula, ha de buscarse "en" ellas, corre
uno el peligro de perder al hombre enteramente de vista. O bien se
disuelve sin dejar residuo alguno en su tiempo y lugar, criatura
cautiva de su época, o bien se convierte en un soldado alistado en
un vasto ejército tolstoiano inmerso en uno u otro de los terribles
determinismos históricos (pp. 45-46).
Lo que separa más distintamente a
los verdaderos hombres de los protohombres es aparentemente, no la
forma corporal general, sino la complejidad de la organización
nerviosa. El período de traslado de los cambios culturales y
biológicos parece haber consistido en una intensa concentración en
el desarrollo neural y tal vez en refinamientos asociados de varias
clases de conducta (de las manos, de la locomoción bípeda, etc.)
cuyos fundamentos anatómicos básicos (movilidad de los hombros y
muñecas, un ilion ensanchado, etc.) ya estaban firmemente
asegurados. Todo esto en sí mismo tal vez no sea extraordinario,
pero combinado con lo que he estado diciendo sugiere algunas
conclusiones sobre la clase de animal que es el hombre, conclusiones
que están, según creo, bastante alejadas no sólo de las del siglo
XVIII, sino también de las de la antropología de los últimos diez
o quince años. Lisa y llanamente esa evolución sugiere que no
existe una naturaleza humana independiente de la cultura (pp.
54-55).
Bibliografía
Geertz, C. (2003). La interpretación
de las culturas. Barcelona, España. Gedisa.
Kant, I. (2007). Fundamentación de la
metafísica de las costumbres. San Juan, Puerto Rico. Pedro M.
Rosario Barbosa.
Leído! Es un texto muy interesante!
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