Los problemas no se presentan en
abstracto. Para analizarlos hay que tener en cuenta la situación
real en que este problema se constituye.
Esta situación incluye:
- un sujeto, que es quien piensa y para quien existe el problema.
- Las circunstancias en que se enuncia el problema.
- La cuestión a que se refiere el problema.
La palabra “problema” viene del
griego y etimológicamente significa “lanzar o arrojar hacia
adelante”. En este sentido, un problema es algo que está en frente
a mi, algo con que me encuentro y me enfrenta. En otras palabras, un
problema es un obstáculo.
Pero para que algo sea vivido como
obstáculo no es suficiente que esté presente ante mi. Es
indispensable que yo me proponga, que se sienta la necesidad de
sortearlo, de pasar al otro lado, de salir de esa situación. Es
decir, no toda interrogante es vivida como problema por el hombre.
No alcanza con tener conciencia de que ignoramos algo, no alcanza con constatar la aparente incompatibilidad entre los datos con que cuento. El hombre contemporáneo percibe con claridad que desconoce muchas cosas pero puede habituarse a vivir con su ignorancia sin intranquilizarse por ello.
No alcanza con tener conciencia de que ignoramos algo, no alcanza con constatar la aparente incompatibilidad entre los datos con que cuento. El hombre contemporáneo percibe con claridad que desconoce muchas cosas pero puede habituarse a vivir con su ignorancia sin intranquilizarse por ello.
El problema, en cambio, se caracteriza
por su dimensión de “problematicidad” para alguien. La situación
se hace problemática cuando el sujeto siente la necesidad de
superarla como una exigencia. La situación adquiere entonces
dramatismo.
En cuanto a su contenido, tanto el
problema como su solución se caracterizan por su historicidad. La
solución siempre tiene una zona de validez limitada, fuera de la
cual será sustituida por otra. Pero los problemas mismos son
históricos y esto en dos sentidos: un mismo problema es una realidad
variada a lo largo de la historia. Pero además, permanentemente
aparecen nuevos y otros dejan de serlo.
Por tanto, un problema es siempre una
interrogante, una pregunta para la que no tenemos aún una respuesta
satisfactoria. Para que sea filosófico:
- Debe ser un problema significativo para los seres humanos como tales, es decir, un problema que no sea privado ni trivial.
- Puede coincidir total o parcialmente con interrogantes que se plantean en el ámbito religioso, artístico, político o científico; en este último caso no tiene que coincidir con los interrogantes específicos de cada una de las ciencias.
- Puede tener que ver con situaciones límite -aquellas que no podemos cambiar y nos enfrentan con fronteras que no podemos traspasar-, con elecciones de vida, con lo que sabemos e ignoramos, con las relaciones entre individuo y sociedad, etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario